Cuestionando la normalidad

Como historiadora reflexiono con cierta frecuencia sobre el concepto de normalidad. En nuestra sociedad (y en las sociedades del pasado) se entiende que lo normal es inmutable, es seguro y es verdad. Sin embargo no hace falta más que echar la vista atrás o leer un poco de historia para darse cuenta de que muchas de esas grandes verdades se han demostrado erróneas. El caso más famoso es probablemente la revolución copernicana que «desmonta» la concepción tradicional del universo postulando un modelo según el cual la Tierra y los planetas giran alrededor de un Sol y no al revés.

La historia de la medicina, ciencias naturales etc. está plagada de ejemplos en los que un descubrimiento científico o una reflexión desde un punto de vista diferente transforman la visión del mundo y vienen a reemplazar una normalidad por otra.

Pero no sólo la ciencia o los grandes descubrimientos se ven afectados por estos cambios de rumbo, el comportamiento social, la moralidad, los tabús… por poner algunos ejemplos, sufren también estos cambios, a veces en base a descubrimientos científicos, otras como consecuencia de avances técnicos o inventos, otras orquestadas por movimientos políticos, pero la auténtica verdad es que lo normal cambia, a veces sin darnos cuenta, y no hacen falta cientos de años.

Algunos ejemplos en mensajes publicitarios pueden ilustrar cambios profundos en lo que está socialmente aceptado en aspectos tan diversos y a la vez tan cotidianos como:  el tabaco o el alcohol, el cuidado de los niños, lo que es saludable y lo que no lo es o el rol social de las mujeres incluyendo la violencia de género.

La normalidad no es peligrosa, excepto por el hecho de que nos hace insensibles y acríticos a situaciones que se suceden a nuestro alrededor: gestos, comportamientos, reacciones, sonidos… a los que muchas veces no prestamos atención, ¡al fin y al cabo son normales!

A veces, si somos personas observadoras, cuando nos extraña algo simplemente lo consideramos como parte de «esas cosas que te parecen raras porque no sabes bastante sobre…» sin embargo si reflexionáramos en conciencia con nuestros valores, con los nuevos estudios científicos o simplemente con la observación de los resultados de una manera diferente de hacer esas mismas cosas nos podrían llevar a la conclusión de que un nuevo paradigma es necesario.

Lo socialmente aceptado es necesario pero también puede convertirse en una especie de ceguera, un sueño que amodorra el interés por lo diferente, por aprender y por dejarse enseñar por lo seres que te rodean y yo, hoy,  he elegido estar despierta.

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