19, 20 y 21 de Mayo
Plazas limitadas
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Nací en el campo rodeado de animales y si bien desde pequeño nos mudamos a la ciudad, mi amor por los animales permaneció intacto y fue siempre algo que me identificó frente a la vida. Cuando mi maestra de jardín me preguntó a los cinco años recuerdo perfectamente que le dije “voy a curar animales”… ese fue el momento en el cual me enteré que sería veterinario. Muchas cosas pasaron en el medio pero al terminar el colegio me inscribí en la facultad de veterinaria sin pensarlo dos veces sabiendo desde aquel momento que los caballos habían ganado mi corazón. Pasé sólo un par de años en la universidad, pronto descubrí que mi sueño de Curar caballos nada tenía que ver con medicarlos, descubrí que mi camino tenía que ver con la sanación desde otros aspectos. Para aquel entonces estando yo trabajando en una veterinaria de pequeños para ir conociendo el ambiente, me tocó atender a dos cachorros que habían llevado para un tratamiento prolongado. Estaban todo el día encerrados y lo único que se hacía con ellos era sacarlos para darles los remedios. Pedí permiso a quien en ese entonces era mi jefe y comencé a ir fuera de mi horario a sacarlos de la jaula y a jugar con ellos y hacerles masajes (toda mi vida hice masajes en personas humanas). obviamente los tiempos de recuperación fueron mucho más rápidos y comencé a hacer esto sistemáticamente con todos los que eran internados, esto me confirmó que quería trabajar para la salud pero desde otro lugar que no fuera la medicina tradicional. En ese momento dejé la intención de dedicarme a los animales profesionalmente y comencé una búsqueda y trabajo personal que duró muchos años. Durante este tiempo me dediqué a mi otra pasión que es la docencia y trabajé mucho tiempo con niños pequeños y luego con adolescentes. Mientras, me metía en todo lo que pudiera desarrollar el manejo de mi lenguaje corporal porque me daba cuenta que eso me ayudaba con los animales (aunque ya no eran mi profesión nunca los dejé de lado). Así fue como hice filosofía y ciencias sagradas, teatro, expresión corporal, comedia musical, bailes de salón, salsa, folklore, danza clásica, soy instructor de tiro con arco, preparador físico y deportivo y al mismo tiempo siempre practiqué artes marciales. Un buen día, alguien que sabía que me encantaba trabajar con personas con discapacidad me dijo «a vos que te encanta trabajar con discapacidad y también te encantan los caballos tenés que hacer equinoterapia». Esto fue el inicio de un camino sin retorno. Cuando volví al mundo de los caballos lo hice primero entonces de la mano de la equinoterapia estudiando cursos y trabajando en mi tiempo libre como auxiliar. Así fue que comencé a tomar cuanto curso de caballos pudiera… tanto es así que vendí mi camioneta 4×4, la que había ahorrado muchos años para comprarme y dediqué esa plata a no perderme ningún curso que pudiera. Estudié doma (distintas domas a las que llaman sin violencia), mucho de masajes, etología y podología natural. Amante de aprender de la experiencia de otros pero al mismo tiempo con un alma autodidacta, busqué hacer experiencia y darle mi toque personal a aquello que había estado aprendiendo. Quise meterme con caballos muy difíciles, así que iba a cuanto refugio pudiera a interactuar con los caballos que habían sido maltratados. Fue entonces cuando me dí cuenta que para esos caballos, aún las domas que llaman «sin violencia» pueden resultar violentas igual. No sé cual será la realidad allá en españa pero yo he atendido caballos a los cuales en vez de taparles los ojos se los han sacado con clavos, yeguas que no se paran porque caen exhaustas debajo de un carro y «las judean» (esto es que les introducen un fierro por la vagina y las «palanquean» desde ahí para levantarlas). Esos caballos sienten la cercanía de un ser humano y muchas veces literalmente se orinan o te atacan. Entonces tuve que volver a empezar y a volverme cada vez más sutil, todo aquello que había aprendido no me servía así tal cual como lo había aprendido con esos caballos. Ellos fueron mis maestros y me abrieron las puertas a un mundo mucho más sutil y profundo del que alguna vez había soñado que se podía alcanzar con ellos. De a poco fui olvidándome de ser civilizado y recordando mi ser animal, despertando sensibilidades y escuchando. Todo aquello que había aprendido y en lo que había pulido mi forma de ser en materias que nada tienen que ver con caballos pero que desarrollaron mi ser artístico y espiritual, me dio una perspectiva distinta a la hora de estar con ellos. De a poco comencé a elaborar una forma de vincularme con los caballos que era terapéutica en sí misma y como con el tiempo me llamaron de la universidad de veterinaria a exponer mi forma de trabajo, había que ponerle un nombre, así que la llamé «Terapias de Relación y Vínculo Instintivo con Caballos»… hoy en día, es una alegría para mí que un grupo de profesores y gente de la facultad está proponiéndome sumar mis “terapias de relación” a un programa de extensión de la facultad de veterinaria. (Si todo sale bien, este año podré cumplir ese sueño). Así que por ahí va la cosa, hace unos cuatro años que dejé todas mis otras actividades y me dediqué solamente a trabajar con caballos especializándome en rehabilitar física, mental y más que nada emocionalmente a caballos rescatados y después, al llevar esa forma de estar y jugar a todos los caballos, pude experimentar que ellos lo disfrutan mucho. Utilizo en mi trabajo mucho de lenguaje corporal y espacial, varias técnicas de masajes, les canto mantras, etc.. En realidad simplemente intento estar con ellos generándoles bienestar y a través de técnicas terapéuticas combinadas con una búsqueda de aquel vínculo instintivo al cual siento que estamos llamados, busco reequilibrarlos y mejorar su calidad de vida